Narcopiso by Paco Gómez Escribano

Narcopiso by Paco Gómez Escribano

autor:Paco Gómez Escribano [Gómez Escribano, Paco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2023-02-15T00:00:00+00:00


13

Lola me dijo que tenía que trabajar mientras me tomaba la primera copa de chinchón de la mañana. Preguntarle en qué habría sido hipócrita. Yo sabía a lo que se dedicaba. También habría sido saltarme una de las normas de nuestra extravagante relación: no había que hacer preguntas. Pero la quería, así que pregunté solo para que ella se diera el gusto de recordármelo, le gustaba hacerlo. Era una renovación de pautas que equivalía a una renovación de votos. La noche anterior habíamos cenado en un restaurante del centro, con mi hermana y el Tijeras, después de que mi compadre y yo las persiguiéramos por el Madrid de los Austrias, primero, y después por el Madrid de las Letras, como si fuéramos turistas japoneses. Eso después de que nos hicieran al Tije y a mí un tercer grado sobre lo que había pasado con el Loco. Me dio por pensar que estaban demasiado interesadas, pero también pensé que debían de ser cosas mías. Nunca entendí muy bien a las pibas. Mira que hay restaurantes en las zonas por las que nos dejamos media suela de nuestros zapatos. Pues nada, a mi hermana se le antojó (por recomendación de Lola, que todo hay que decirlo) llevarnos a un puto restaurante que se llama El Pedrusco de Aldeacorvo, que está en la calle Juan de Austria. Al menos tuvieron la deferencia de que fuéramos en un taxi, porque el Tije y yo, entre la tensión de por la mañana, la caminata de la tarde y el moco que llevábamos, ya no podíamos más. Eso sí, el restaurante era tela de fino y estaba todo de escándalo. Lola se mosqueó cuando llegamos a casa porque me pidió guerra y yo pasé del tema. Vamos a ver, un polvo se echa, y más a mi edad, en plenitud de condiciones, es decir, por la mañana temprano, después de estar toda la noche sobando, que es cuando los tíos nos levantamos palotes y, en mi caso, sobrios. A un tío no se le puede torturar todo un día andando de arriba para abajo mientras se sopla birra tras birra, llevarlo después a un restaurante, meterle una cena que a lo mejor como almuerzo no estaría mal, regada con dos o tres botellas de vino, y terminar con chupitos y pelotes, y luego decirle «cariño, hazme el amor», eso si el «cariño» siguiera consciente y no estuviera potencialmente en coma en el hospital o en hospitalización domiciliaria, que no sé si eso existe. Los arrestos sí.

A pesar de la movida, por la mañana Lola estaba radiante (ni puta idea de cómo lo hacía, porque ella bebió también lo suyo y la resaca debería de ser de órdago), sonriente, tela de simpática conmigo. Un pibón en todos los sentidos, aunque yo solo la disfrutara en períodos tan efímeros como aleatorios. Volví a pensar en los crucigramas, en las novelas, en el vocabulario que te dan, porque de pronto era capaz de hablar como un ministro y cinco minutos después como un mangui de Canillejas.



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